China y Estados Unidos: conflicto inevitable
Juan Ignacio Brito Profesor Facultad de Comunicación e investigador del Centro Signos de la U. de los Andes
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Juan ignacio Brito
China y Estados Unidos parecen avanzar hacia un conflicto tan serio como inevitable. Los encontronazos son frecuentes y variados en toda clase de temas. Ambas superpotencias se encaminan como sonámbulas a un enfrentamiento geopolítico.
¿Cómo entender esa marcha irremediable hacia una peligrosa enemistad entre los dos países más influyentes del planeta? Para comprender, quizás haya que revisitar un clásico.
Hace 61 años, Kenneth Waltz publicó El hombre, el estado y la guerra. Allí describió las tres “imágenes” que, según él, explican la existencia del conflicto en la escena internacional: “¿Dónde se encuentran las principales causas de la guerra? La respuesta puede ordenarse de acuerdo con los siguientes tres tipos: dentro del hombre, dentro de la estructura de los Estados por separado y dentro del sistema de Estados”. Así que, para entender la rivalidad entre China y Estados Unidos, resulta útil aplicar las herramientas que identificó Waltz y que más tarde elaboró David Singer, otro teórico de las relaciones internacionales.
El primer nivel de análisis es el que atribuye a los individuos las razones del conflicto. Según Waltz, esta imagen se sintetiza en que “la maldad del hombre, o su comportamiento impropio, conduce a la guerra; si la bondad individual pudiera ser universalizada, significaría la paz”. De acuerdo con esta mirada, la enemistad sino-norteamericana podría deberse a los liderazgos agresivos de Donald Trump y Xi Jinping. En consecuencia, si ellos cambiaran o fueran suplantados por otros líderes más componedores, nos ahorraríamos la crisis entre Washington y Beijing.
Parece demasiado simple. La disputa entre ambas superpotencias es más profunda que las personalidades de sus líderes. Para encontrar una respuesta convincente quizás sea útil examinar la segunda imagen de Waltz, aquella que sostiene que “la organización interna de los Estados es la clave para entender la guerra y la paz”. No son pocos los que ven en la querella sino-estadounidense un conflicto de modelos: una dictadura leninista cruelmente eficiente versus una democracia liberal cada vez más disfuncional. Sería una reedición de un viejo duelo, parecido al que enfrentó a EEUU con Alemania en 1917 y 1941, y con la URSS durante la Guerra Fría. ¿Cómo evitar el conflicto? Promoviendo una nada fácil democratización de China. “Si no fuera por la amenaza comunista –decía Richard Nixon en los años 50— el mundo libre podría vivir en paz”. Conviene echar una mirada a la tercera imagen de Waltz para saber si una apreciación de ese tipo es correcta.
El último nivel sugiere que las razones del conflicto se hallan en la naturaleza anárquica del sistema internacional y la manera en que está distribuido el poder en su interior. Según esta visión, China y Estados Unidos avanzan hacia el conflicto porque Beijing desafía la posición hegemónica que Washington ha ocupado en las últimas décadas, un lugar que este no quiere ceder. Mientras no haya un ganador claro en esta contienda o ambas potencias no acuerden un modus vivendi, será difícil que la paz entre ellas esté garantizada. Además, no hay que olvidar a otros actores importantes –Rusia, India, Japón o la Unión Europea— cuya influencia puede agitar aún más las aguas.
En esta mirada el conflicto entre China y EEUU parece inevitable, porque la estructura del sistema los conduce a un enfrentamiento, aunque no necesariamente a una guerra. El conflicto entre ambos puede ser administrado, pero no impedido. El mundo está ingresando a un período de inestabilidad. Vienen “tiempos interesantes”.